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Stephani Baroni abre su corazón para compartir su experiencia con los cólicos

Stephani Baroni abre su corazón para compartir su experiencia con los cólicos


Cólicos. ¿Por dónde empiezo? Si tuviera que resumirlo, diría que tener un bebé con cólicos es agotador, frustrante y que se te rompe el corazón cada vez que pasas por una crisis.

Viendo a tu pequeño bebé – tu bebé indefenso – llorar sin parar por lo que parece horas sin fin te hace sentir como la persona más desamparada del mundo. Pero, si leemos la definición que la Clínica Mayo da a los cólicos veremos que lo definen como “una condición frustrante que está marcada por períodos predecibles de estrés en un bebé que come bien y está sano. Los bebé que sufren de cólico suelen llorar más de tres horas al día, por más de tres días a la semana”. Nuestra hija estaba haciendo justo esto, y parecía que no había nada que pudiésemos hacer para ayudar.
Leí estadísticas de la American Pregnancy Association que un 20-25 por ciento de los bebés padece de cólicos. Al inicio piensas que ha sido una mala noche, una fase de crecimiento y que se irá en uno o dos días. Os puedo asegurar que al principio yo pensaba así. Pero luego un día pasó a dos, después tres, y luego sin darnos cuenta ya pasamos a semanas llenas de llanto. Tanto llanto que, de hecho, no ya no recordábamos qué era el silencio. Y lo intentas todo, pero no hay nada que pueda ayudar.
La primera noche con nuestro recién nacido fue igual que la primera noche con nuestro primogénito: Durmió de forma tranquila toda la noche y sólo se despertó para comer. En el hospital me la puse piel con piel para que fuese más sencillo descansar y, si yo necesitaba levantarme su padre la cogía. Estuvo bien. Pero la verdad fue que, después de tener una hemorragia poco después de dar a luz, estaba tan agradecida de estar viva que encontraba extremadamente difícil la opción de dejarla ir.
Daba igual cómo lo intentaba, nada funcionaba.

La traíamos a casa el día después y tuvimos la primera noche en que estuvo bastante intranquila. Lloró tanto, que al final nos dormimos por cansancio. Lo intenté todo para calmarla, todo lo que conseguía calmar a mi primogénito. Volví a intentar la piel con piel, probé de darle pecho, caminé con ella, la balanceé… pero nada funcionaba. Miré si tenía el pañal sucio, pero nada. No importaba qué hacía, porqué nada funcionaba. Me sentí completamente inútil y muy frustrada – ¿qué más podría intentar?
Después de ésa primera noche, poco a poco empezamos a crear una rutina. Sus episodios de llanto ya no eran tan fuertes como las primeras noches, así que pensamos que había sido algo temporal y ya estaba. Luego, cuando llego la segunda o tercera semana de vida, el llanto volvió. El llanto inconsolable volvía cada noche, siempre por la tarde. Empezaba a hacer la cena y, en cuanto nos sentábamos a comer, empezaba a llorar. La ponía al pecho mientras mi marido comía rápido y, luego nos turnábamos para que yo pudiese descansar un poco. Parecía que sólo estaba contenta si alguien la cogía, y, primordialmente, por mí.

Por más difícil que fuese para mí, todavía era más difícil para mi marido. Nuestra hija parecía que no quería nada con él. Cada vez que él me la cogía para darme un respiro, ella volvía a llorar desconsoladamente. Conmigo conseguía calmarse un poquito, aunque no del todo. En sus brazos, su llanto se volvía todavía peor. La mayoría de noches acababan con ella durmiéndose de agotamiento en mis brazos. Al leer que no había ninguna cura para el cólico (excepto el hecho de tratar los síntomas del llanto y tratar de calmar al bebé para que deje de llorar), no llevé a nuestra hija al pediatra inmediatamente. Sabía que, aunque el pediatra nos dijese que tenía cólicos, no había mucho con lo que podía ayudarnos.
Como madre, las consecuencias fueron devastadoras en mi confianza. Nunca pensé que uno de mis bebés tendría cólicos, y nunca entendí lo indefenso que te sientes en una situación como ésa… hasta que me pasó. Me pensaba que yo podía ayudarla, sin importar qué es lo que tenía. Pero estaba equivocada. Nada la ayudaba. Aunque realmente mi presencia la tranquilizaba, no estoy segura que existiese cualquier otra cosa ayudase.
Había noches que nos sentábamos en el balancín cuando ella lloraba (y yo también). Siempre me he considerado una persona y madre con mucha paciencia, pero el llanto de la pequeña era tan constante y tan fuerte que ni yo podía con él. Aunque de antemano ya sabía que no ayudaría, había momentos que necesitaba que él la cogiese para que yo pudiese desconectar un poco. Oraba a Dios para que me ayudase, que no me dejase ensombrecer mis pensamientos, porqué sentía que era facilísimo entrar en una depresión post parto. Habiendo sufrido de depresión prenatal en mi embarazo, las probabilidades de caer en depresión post parto eran más altas, y teniendo un bebé con cólicos no estaba ayudando.
Cuando mis amigos y familia me preguntaban cómo estaba la pequeña, siempre les decía que estaba intranquila por qué no quería admitir que tenía cólicos. Me sentía como que el hecho de que ella tuviese cólicos era mi culpa. Pero cuando fuimos al pediatra para el chequeo de los 2 meses se confirmó lo que pensaba: mi hija tenía cólicos. Aunque la confirmación del doctor no me hizo sentir mejor, por lo menos sí que sentí la seguridad que no es que yo estuviese haciendo algo mal, sino que era un tormenta que teníamos que pasar.
Nuestro pediatra no nos dio grandes consejos aparte de que ya pasaría, pero después de investigar vi que había cosas que podías hacer para intentar reducir el llanto. Como le estaba dando pecho, dejé de comer algunos alimentos a los que podía tener sensibilidad (como por ejemplo la proteína de la vaca). Y pareció que ayudaba porqué sus períodos de llanto no eran tan fuertes. Así que decidí dejar de tomar lácteos por seis meses (que es el período que los bebés necesitan para poder empezar a digerir mejor la proteína, si ese era el problema).

Como madre de un bebé con cólicos, hubiese deseado que alguien me hubiese dicho que hay luz al final del túnel. Me hubiese gustado no culparme por algo que no era mi culpa. No sé por qué me sentí tan insegura y tan culpable sobre algo que no tenía control. Pero solo puedo pensar que es parte de esta responsabilidad maternal infame que siempre sentimos. También me hubiese gustado poder aceptar antes la realidad y no estar negándola… por algo que es muy común. Probablemente habría hablado con otras mamás que pasaron por lo mismo. Pero ahora sé cómo va la cosa, y espero que si alguna de mis amigas nunca pasa por esto, pueda estar cerca para ayudar.

https://www.romper.com/p/my-baby-has-colic-this-is-what-its-like-12796

Conoce el método kusi wawa para ayudar a aliviar los bebés que sufren de cólicos
http://www.kusiwawa.com/

Publicado por:

07/07/2016

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